Zapatos en el siglo XIX: Historia y evolución
Los zapatos en el siglo XIX sufrieron una gran transformación. No solo comenzaron a cambiar los métodos de fabricación, sino también el tipo y la cantidad de modelos disponibles. De hecho, si hasta 1700 los zapatos de hombre y mujer se diferenciaban por el tipo de hebillas y para usar materiales diferente para la parte superior, en el siglo XIX se introdujeron formas completamente diferentes para uno y otro.
Distinción entre zapatos de mujer y de hombre.
Hasta la primera mitad del siglo XIX, no había muchos modelos de zapatos de mujer. Las damas podían elegir entre las que se definían chancletas, caracterizado por una suela fina, parte superior en lana, seda o cuero y cintas alrededor del tobillo. O modelos de cuello alto con suelas gruesas con parte superior de cuero y cordones. y finalmente el botines en el tobillo Las chanclas eran un tipo de calzado extremadamente incómodo y no impermeable. Mientras que los modelos más complementarios se consideraban aptos para trabajar en el campo.
La distinción entre zapatos de hombre y zapatos de mujer comenzó a delinear diferentes actitudes culturales hacia los dos sexos. Las mujeres, que solían llevar chancletas, absolutamente inapropiadas para la vida fuera de casa, empezaron a verse relegadas al papel de amas de casa. Mientras que los hombres, que disponían de las botas, más resistentes y adecuadas para afrontar el terreno exterior, podían aventurarse al mundo.
La Revolución Francesa y los Zapatos en el 1800 en Europa y América
Tras la Revolución Francesa, Inglaterra y Francia, que hasta entonces habían adoptado las mismas modas, comenzaron a seguir su propio camino. Así, en Inglaterra las mujeres empezaron a llevar botines resistentes con cordones, mucho más prácticos para el aire libre. En Francia y América, en cambio, las damas más elegantes usaban pantuflas incluso para salir.
Chanclas de 1800
La Revolución Francesa también marcó un punto de inflexión para Estados Unidos. De hecho, durante el colonialismo los americanos, hasta entonces obligados a comprar sólo productos ingleses, también pudieron empezar a comprar productos franceses, que siempre se consideraron chic y de moda. E incluso cuando Francia comenzó a adoptar la moda inglesa de los botines, en Estados Unidos continuaron usando chanclas. La América del siglo XIX era un país joven en el que todavía no había distinción de clases sociales, ahora arraigado en el resto de Europa. Allí vestirse bien era considerado un derecho y un privilegio al alcance de todos.
Hasta la década de 1840, las mujeres estadounidenses copiaron la moda europea. Pero cuando la primera revista femenina americana empezó a dar espacio a la moda, asignándole un papel estratégico para el progreso moral ligado también al aspecto religioso, llegó el punto de inflexión. El concepto de diversificar la vestimenta en función de la ocasión, el estatus social, el clima y la apariencia física comenzó a extenderse. Se instó a las mujeres a usar botas si tenían que salir a las calles polvorientas, o zapatos de cuello alto para el campo. Y así fue como hasta en América empezó a nacer la distinción por clase social.
botines de 1800
Calzado e industrialización en el siglo XIX
No fue sino hasta alrededor de 1860 que se introdujeron los botines en Estados Unidos, mucho más resistentes que las ahora obsoletas chanclas cosidas a mano. Gracias al desarrollo industrial, se pudieron producir muchos más pares de zapatos. E intentaron incentivar la compra de modelos que pudieran fabricarse a nivel industrial, como los botines. Los precios siguieron bajando y se empezó a promover una forma primordial de consumismo. Un mismo modelo se puede encontrar en diferentes colores y pieles, con o sin aplicaciones, con puntas redondeadas o desfiladas. Las primeras zapatillas deportivas también nacieron gracias al uso del caucho. Con el desarrollo de la industria en Estados Unidos, también comenzó la exportación de zapatos estadounidenses a todo el mundo.
Todos los modelos de zapatos
Así, pasada la primera mitad del siglo XIX, ya se podían encontrar muchos modelos de zapatos de mujer. Los aptos para el hogar y los de actividades al aire libre. Las primeras eran auténticas chanclas que podían ser bajas o con tacones. Estos eran zapatos muy ligeros que se podían quitar rápidamente del pie. Para este último, la elección era más amplia. Botines con suela robusta, aptos para senderismo; botines más delicados, adecuados para la noche; zapatos escotados con cordones, adecuados para actividades ligeras; calzado para actividades deportivas y, por último, botas. A fines del siglo XIX, las damas, que en ese momento podían permitirse dos o tres pares de zapatos, comenzaron a usar zapatos de hombre nuevamente. Fue en este periodo histórico que se empezó a consolidar cada vez más la idea de que cada uno podía vestir lo que quisiera cuando quisiera, además de las etiquetas y la idea de la moda como decoración.
¡¿Qué suerte tenemos de poder llevar todos los modelos de zapatos que queramos hoy?! ¡Debemos agradecer a las damas del siglo XIX!
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