Cómo tener los pies perfectos: El método que me funcionó
Bastaron unos días en el mar para darme cuenta de que mis pies eran casi imperceptibles. Y no estoy exagerando. La arena, las piedras y las rocas contribuyeron a hacerlos ásperos al tacto, especialmente en las plantas. Probablemente tarde o temprano tendré que convertirme en esas feas sandalias de goma o zapatos de verdad que te permiten caminar por la playa sin sufrir. Pero de momento prefiero seguir sin miedo y afrontar el duro esfuerzo de llegar descalzo al agua. Sin embargo, esto implica cuidar mejor mis pies durante mis vacaciones en la playa. Sí, porque mis pies están todos agrietados y secos.
Seguramente no habré descubierto el agua caliente, pero después de probar las diversas mascarillas para pies que hay en el mercado, decidí que para mí la mejor solución sigue siendo el remedio de mi abuela, aunque no sea el mío.
Probé varias combinaciones. Miel y sal, bicarbonato de sodio y azúcar, miel, limón y aceite, café molido, etc. Quien me conoce sabe que soy una persona muy práctica y que muchas mezclas extrañas, aunque sean efectivas, no me gustan. Por eso, me gustaría recomendarte, entre todas ellas, la receta más sencilla, pero también la más funcional de todas, la que no se pega y no te obliga a estar horas sin moverte.
Sal y aceite. Mi receta es bastante simple y no implica el uso de balanzas ni tazas medidoras. Lo que necesitas es una taza de café, o un capuchino o un simple vaso (¡no somos tan exigentes!), aceite de oliva y sal. Para mí no es imprescindible utilizar sal gorda o algún tipo de aceite en concreto porque el resultado es casi el mismo. Me gusta ser práctica sin ser tan sofisticada. Una variación de esta receta es usar azúcar en lugar de sal, que es un poco más delicada, y aceite de semilla en lugar de oliva. Sin embargo, en mi opinión, la sal es más adecuada para los pies porque, a diferencia de la piel de la cara, las manos y el cuerpo, la piel de los pies es más resistente al estrés.
Luego llena el vaso hasta la mitad con aceite de semillas, o mejor aún, aceite de oliva y con una cucharadita comienza a agregar la sal (o el azúcar), revolviendo ocasionalmente hasta que la consistencia sea homogénea sin parecer demasiado grasosa.
En este punto, siéntete libre. Empezar a aplicar este compuesto sobre los pies lavados y limpios, por supuesto, y masajear suavemente. Comience en la suela y avance hasta el tobillo, sin dejar ninguna parte, incluido el espacio entre cada dedo del pie, el talón y el empeine. Solo evita frotarte las uñas, especialmente si te has aplicado esmalte de uñas.
Quizás te preguntes: ¿cuánto tiempo tengo que dedicar a masajear estos benditos pies? ¡Yo también tengo una vida que vivir!
La respuesta es muy simple. Se puede decir que el masaje se agota cuando la sal se disuelve por completo, o casi. Lo notarás porque ya no sentirás los granos de sal o, en todo caso, se volverán muy pequeños, casi imperceptibles. En este punto, tendrás que lavarlos con agua tibia y secarlos con una toalla. Quedará algún residuo de aceite que masajearás un poco más para que se absorba. Recomiendo realizar este tratamiento por la noche, antes de dormir, para permitir que el aceite se absorba por completo y evitar dejar restos de grasa en tus zapatos y calcetines. El resultado estará garantizado a la mañana siguiente al despertar.
Descubrirás con placer que hasta las palmas de tus manos estarán más suaves y tersas porque el tratamiento habrá sido el mismo para tus pies y manos.
Esta mascarilla para pies no duele y no tiene contraindicaciones, de lo contrario ya estaría muerta, así que puedes usarla tantas veces como quieras. Recomiendo al menos una vez a la semana. Y si te aplicas un poco de crema todas las noches antes de dormir, ya está.
Cuando vuelvas de vacaciones, tendrás los pies perfectos y listos para calzarte los zapatos de las nuevas colecciones de invierno. ¡No puedo esperar! ¿Y tu?
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